De la muerte nadie que volviese de ella podría decir que vale la pena, pues no se tiene vivencia alguna de la muerte. Salimos de las tinieblas y entramos en las tinieblas. Entre esos dos instantes hay muchas experiencias, vivencias, pero no vivimos ni el principio ni el fin, ni el nacimiento ni la muerte; ninguno de los dos tiene carácter subjetivo; en tanto procesos, caen enteramente en el terreno de lo objetivo.