Exvoto
A las chicas de Flores
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras
azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de
seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para
transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las
pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en
la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de
hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al
sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas empavesadas
como fragatas van a pasearse por la plaza, para que los hombres les
eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se
enciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les
pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los
hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de
él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de
cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que
les pasan la vereda.
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras
azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de
seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para
transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las
pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en
la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de
hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al
sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas empavesadas
como fragatas van a pasearse por la plaza, para que los hombres les
eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se
enciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les
pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los
hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de
él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de
cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que
les pasan la vereda.
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