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Me hiciste perder el sentido moral de todo en todo.
Lo que desde siempre era malo moralmente, con el andar de los años descubrió su interior blanco y rosado como la oreja de un gato.
Todo el mundo predicando que lo moralmente bueno es el exterior de la oreja del gato: almendrada, peludilla, acariciable pero nunca a redropelo!
Mas he aquí que ya de adolescente hiciste tus escarceos de volverle del revés las dos orejas al gato, y, como eso era perverso, ya el mismo animalito te lo indicaba con un agitar de cabeza que se las dejaba en su ser.
Y al cabo de muchas duras y maduras, cualquiera estima bellísimo el tinte de la oreja gatuna por dentro. Anda y fíate de la opinión ajena y sus bandazos.
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